domingo, 6 de mayo de 2007


Déjame acariciarte lentamente,
déjame lentamente comprobarte,
ver que eres de verdad, un continuarte
de ti misma a ti misma extensamente.

Onda tras onda irradian de tu frente
y mansamente, apenas sin rizarte,
rompen sus diez espumas al besarte
de tus pies en la playa adolescente.

Así te quiero, fluida y sucesiva,
manantial tú de ti, agua furtiva,
música para el tacto perezosa.

Así te quiero, en límites pequeños,
aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa,
y tu unidad después, luz de mis sueños.

Gerardo Diego, Sucesiva


No hay nada comparable a una caricia, la caricia inesperada del amigo, la caricia suave sin doblez de un niño, la caricia apremiante que alimenta al amado, al amante, la caricia fresca en noches de fiebre, la caricia insistente en la espalda, la caricia deliciosa en la nuca, la caricia que es un abrazo esbozado, la caricia que esconde ese beso ardiendo en los labios..

Que nos acaricie la noche con sus dedos oscuros, en espera de las caricias que se nos deben.

Buenas noches.



(sí, lo sé, Pedritus: este poema ya lo he usado otras veces, pero... es una debilidad mía. Perdonen el plantón de ayer: problemas médicos de última hora me impidieron llegar a ustedes.)




5 comentarios:

Anónimo dijo...

Paso entonces de hacer comentarios al poema.

Solo espero que los problemas médicos se hayan solucionado y esten ya resueltos.
Buenas noches

Anónimo dijo...

Gracias por sus caricias.

También yo espero que los problemas médicos no hayan sido importantes.

Buenas noches.

D.K. dijo...

¡Ay!, joder,
como me duele hoy el alma,
ayer salí de parranda
y la vi.

¡Ay!, mujer,
¿qué me cuentan tus palabras?
Si tu sonrisa de hada,
me contó que las penas
se fueron por patás.

Y ¿qué le voy a hacer yo?
Si el resoplar de la brisa
me llevó de la mano
despacio, sin prisa,
a cogerle una flor.

Vengo a robar tus caricias.
Hoy no te salva ni Dios
Y si el viento cambia
y tengo que marcharme...
Yo volveré a por ti.

Amordazado por la bebida,
no abro la boca,
sólo digo tonterías.
Acostumbrado a la mala vida,
avísame cuando me sangren las encías,
porque estoy que muerdo.

Y antes de partir
voy a comerte a besos.
Me tragaré tu carmín
y volveré a por ti.

Volveré a por ti,
a robar tus caricias.
A cumplir tus deseos,
a velar tu sonrisa.

Volveré a por ti,
a dejarme los huevos
por tener a mi lado
una cara tan linda.

Y ¿qué le voy a hacer yo?
Si el resoplar de la brisa
me llevó de la mano
despacio, sin prisa,
a cogerle una flor.

Vengo a robar tus caricias.
Hoy no te salva ni Dios
y si cambia el viento
y tengo que marcharme...
Yo volveré a por ti.

ROBAR TUS CARICIAS. FORRAJE.

Buenas noches, Exilio. Un beso.

Sofía dijo...

Fea razón para no tener mapa el sábado.

Hubiera preferido, con mucho, que nos dijeras que no hubo mapa porque estabas en medio de una frenética y lujuriosa celebración.

Pero, ya que los motivos fueron los que fueron, espero por lo menos que todo haya vuelto a la normalidad.

Sea la "normalidad" lo que fuere.

Mi ausencia, en cambio, se debió a un desacuerdo entre mi portátil y blogger. El primero insistía en entrar, y el segundo en replicarle que nones, que estaba recibiendo cosas feas y por si acaso fuera un virus no le dejaba pasar... que ajo y agua, y que a probar en otro momento.

A las tres de la madrugada, en cambio, los problemas habían desaparecido como por arte de magia... lo mismo eran los hados, empeñados en que no escribiese algo que estaba por parir.

:S

Unknown dijo...

Excusitas, excusitas. Sin certificado médico no cuela. A saber en qué turbias maniobras, en qué lascivas sucesiones andaría usted metida.
Se le perdona por el poema, que qué cosa la de la poesía. Las palabras se constituyen como un flujo de ideas y sonidos, que sutentan la idea de sucesión. A veces me entretengo revisando dónde están los trucos del autor, recordando aquellas clases de filología que eran como de mecánica del lenguaje. Repeticiones de palabras, utilización de adverbios de modo acabados en -mente a profusión, reiteraciones de sonidos (m, n...). Qué más da. El resultado es magnífico.

Yo sí que estoy malo y me quejo poco. Aquí, con mi jaqueca, desde ayer. Flagelado por la luz, el resplandor del blanco que me deslumbra y la presión, constante y mortificante, en las sienes.
Antes solía pensar que las jaquecas eran propias de las mujeres que follaban poco y mal. Ahora me percato que también sucede con los hombres.