domingo, 18 de mayo de 2008











A Paula Romero


Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.

José Hierro, Vida



Me he hecho mayor mientras jugaba despreocupada e inconsciente, como una niña. Se me ha ido desvaneciendo la inocencia confiada, la ceguera sin miedo, el fulgor de la piel nueva, el rubor del deseo novel. Me he hecho mayor mientras seguía disfrazada de duende travieso, de gnomo veloz, de hada complaciente. Me he hecho mayor esperando entre un parque solitario y un jardín abandonado, convertidos en reino de la fantasía ante mis ojos llenos de sueños. Me he hecho mayor alimentando un fuego que no ilumina, que no regala tibieza, que no consuela ante la oscuridad ni protege de las sombras. Me he hecho mayor con la única, desoladora compañía de un fantasma, abrazando la firme, inconfundible, deslumbrante figura de la nada.


Me he hecho mayor diseñando mapas, dibujando planos para otros, en lugar de recorrer yo el camino... y creo que, a partir de ahora, debo recorrerlo, sin guía, sin pistas, hasta donde me lleve.


Buenas noches.



Banda sonora para quienes han aprendido, o están aprendiendo, a cambiar de planes...





Muchas gracias a todos. Por todo.












domingo, 11 de mayo de 2008





Náufrago de mi propio sueño,
como si transportara en la flor de los labios
el silencio desnudo,
más que la sangre muda de hospital
muerta en el abandono;

con la tristeza del que viaja
por un aire sin viaje,
reducido al silencio
bajo un olor de rosa no pensada,
cuando el jardín no sabe
si la flor es un sueño
o la esperanza presentida;

fijo en mis latitudes
con el límite sueño entre las manos,
en su cauce la sangre detenida
y el temor de que llegue hasta mi tacto
la presión más efímera
o la más fina flor ya derribada;

límite y carne, sueño ilimitado

bajo la sábana, tan blanca,
por la que corre sangre
como la vena rota
en la piel de una virgen;

amigo de mí mismo

igual al hombre que presiente
la altura de su sombra
a la hora del último camino,
cara al ángel que viaja hacia mi encuentro
con la blancura íntima del niño aún no nacido,

me recuesto en mis venas

doloroso y sediento, sin mis nervios
ni el recuerdo inicial,
aquel primer encuentro con la muerte
tan clara, pura y sombra

Siento que un mar lejano,
hundido como puerto bajo niebla,
hasta mí llega, cuando poso mi mano ávida
sobre el temor de mi sombría piel,

igual que un río inmóvil camina por los campos,

y de la sombra de mi aliento,
lento y desnudo, fiel a mi destino,
con mi sangre en el hielo,
más fría que la estatua bajo el agua,

con el frío en las manos

y la desnuda voz enmudecida,
hacia mi sombra vuelvo,
retorno a mi naufragio.


Ali Chumacero, Realidad o sueño
(de "Páramo de sueños")


Aún no llega el sueño, y seguir despierta se hace triste, se hace agotador, se hace pesadilla. Aún no llega el sueño, y mi cuerpo ya añora el hueco amable de sus brazos brumosos, de sus sábanas frescas, de su tierna voz acunándome. Aún no llega el sueño, y la noche, ahí fuera, parece ofrecer, espléndida, generosa, todo lo que yo deseo, aquí encerrada. Aún no llega el sueño, curación, magia, promesa, y mis pies se arrastran lentos como ancianos sin futuro, cansados como viajeros sin destino, hacia el oscuro consuelo del recuerdo, hacia el anestesiante dolor del olvido...

Buenas noches.



Banda sonora para náufragos en cualquier orilla de cualquier isla en cualquier lugar, pero lejos, muy lejos de donde pertenecen...













jueves, 8 de mayo de 2008



Amanecer

Amanece cada día,
temprano, y el alma
al frío oscuro,
de los más frágiles;
en el umbral, siempre,
en contenida sombra,
la caricia de sus labios.

Busco de la tarde los destellos,
del quiebro de su sonrisa
y cristal herido por su luz
cortejo el mar. Eco de celo.

El fulgor de sus ojos quiero.
La memoria del dolor y su vértigo,
para contemplar el asombro.

Y la vida duele,
en su oscura mirada,
Cuando nieve
derramaba noviembre,
en el parque donde jugábamos
al mediodía.

Olvido

En el olvido siempre
la más tímida página,
que vuela lejos,
tras el eco de los poetas.

Fluye el invierno,
no la poesía;
nievan susurros;
por la noche,
alrededor del fuego.
En el hogar,
la voz es caricia.

Fija la distancia la memoria,
los anhelos heridos,
las lágrimas,
el frío soneto de la tarde.

Pero, tras la palabra tú,
ahí, sin más, espejo,
en desnudez de cuerpos
con la vida.

Enrique Villagrasa González, Fragmentos
(de "Con voz desnuda")


El deseo tenía mirada azul y sonrisa tímida; se escondía en silencios, diminuto en mi vientre; estallaba en caricias, inmenso en mi pecho; me rodeaba con un abrazo irrompible de infinita ternura, durmiendo a mi lado cada noche y despertando a mi lado cada mañana; y tenía una voz inconfundible, que me llamaba por un nombre que sólo él conocía; y se hacía palpable sin tocarme, se hacía tangible a mis ojos, ciegos para nada más.

La felicidad me llevaba de la mano por los puentes de una deslumbrante Praga, por lluviosas calles de Londres en otoño, por los jardines de Versalles, en primavera; y era una casa iluminada en una gélida noche de Madrid, era un paseo por la fina arena de una playa desierta, al otro lado del mundo, era la llegada, tanto tiempo, tan impacientemente esperada, al hogar.

El deseo, la felicidad; sinónimos, equivalencias, gemelos inconfundibles del amor y del amar; de este amor, de este amar que no se apaga...



Banda sonora para quienes viajan sin moverse de su jaula, esperando el momento de volar sin equipaje:







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