martes, 11 de marzo de 2008



Junto al dolor del mundo mi pequeño dolor,
junto a mi arresto colegial
la verdadera cárcel de los hombres sin voz;
junto a mi sal de lágrimas
la costra secular que sepultó montañas y oropéndolas;

junto a mi mano desarmada el fuego,
junto al fuego el huracán y los fríos derrumbes;
junto a mi sed, los niños ahogados
danzando interminablemente, sin noches ni estaturas;

junto a mi corazón, los duros horizontes
y las flores;
junto a mi miedo, el miedo que vencieron los muertos;
junto a mi soledad, la vida que recorro;

junto a la diseminada desesperación que me ofrecen,
los ojos de los que amo,
diciendo que me aman.


Roque Dalton, Ayer
(de "La ventana en el rostro")




Tengo las manos vacías, los ojos ciegos, la piel cansada, el corazón dormido, viviendo en desorden, compartiendo tu ausencia. Tengo un cuerpo ofrecido que entregarte, una espalda sometida a tu caricia, un pecho desnudo de tus besos, un vientre abierto al deseo, una boca hecha para complacerte. Tengo un sueño recurrente lleno de lujurias y locuras, tengo un abismo que me llama y me aterra, y me habla y me enmudece, tengo una clara visión del placer, de la belleza, de la alegría de la pasión, que sólo puede hacerse real si tú estás en ella, tengo un ruego inaplazable que repito como un ritual, como una oración, cada noche. Tengo tantas cosas para darte, que tengo que tenerte para mí.

Buenas noches...





Banda sonora para otro martes que añadir, o que restar, a la cuenta:










viernes, 7 de marzo de 2008





No estés lejos de mí un solo día, porque cómo,
porque, no sé decirlo, es largo el día,
y te estaré esperando como en las estaciones
cuando en alguna parte se durmieron los trenes.

No te vayas por una hora porque entonces
en esa hora se juntan las gotas del desvelo
y tal vez todo el humo que anda buscando casa
venga a matar aún mi corazón perdido.

Ay, que no se quebrante tu silueta en la arena,
ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:
no te vayas por un minuto, bienamada,

porque en ese minuto te habrás ido tan lejos
que yo cruzaré toda la tierra preguntando
si volverás o si me dejarás muriendo.

Pablo Neruda, Soneto XLV
("Cien sonetos de amor - Mediodía")






Tiempo, tiempo en mis manos, tiempo dormido en mi regazo. Tiempo hecho de frágiles volutas, de inestables, lentas ráfagas apenas perceptibles, de instantes infinitos que llegan con silencioso, furtivo paso. Tiempo de acero irrompible, sólido como pared de roca; tiempo implacable, firme conductor de ritmo invariable y tenaz; tiempo de enloquecedora pereza, de interminable tic-tac en un reloj que no avanza. Tiempo, enemigo de del placer, acosador de la paciencia, destructor del deseo, adormecedor de la palabra, obstáculo insalvable para la sonrisa.

Tiempo, jugador tramposo, tornándose volátil y efímero en sus caprichosos vaivenes; tiempo incoherente, absurdo, prestidigitador con indescifrables trucos de misterio y magia, convirtiendo las horas en veloces segundos, llevándote más lejos cuanto más me acerco a ti.

Buenas noches...





Banda sonora que cronometra los minutos, los segundos, las décimas que nos separan...













miércoles, 5 de marzo de 2008








«Cada palabra es una herida mortal. Debo tener cuidado»
Jorge Díaz



Noche, palabra mía henchida de sucesos
La aflicción, el vacío, la muerte, la tiniebla
avivan en tus sílabas sus temores y ansias.

Extenuado nombre, fatigada corola,
para caer de ti como cansino pétalo,
o hundirse en tus confines, abiertos, afilados,
beso ardiente, última sensación,
locura extrema.

Noche, noche, amor mío,
¿es que acaso me atreveré a saltar
traspasada de ti hasta la muerte?

Lengua: nupcial espada.
Apenas te mencione, convocadas estrellas
insistirán solícitas mostrando el desvarío
de tus ojos vibrátiles.

Oh noche, qué incitante, qué turbadora eres;
madre devoradora, acercas tu regazo,
y cómo quiero huir, cómo desertar quiero
de tus lágrimas ávidas, cómo intento esconderme
de tus manos, oh noche, mi tristeza.

Y quizás seas la única, la palabra final
que todo amor explique.
Y el estremecimiento.
Y el magnífico instante que ni aún la memoria
más fiel y enamorada consiente en repetir.

Noche, tristeza mía, todavía es posible
que te llame, y me abreve en el láudano amargo
que destilan tus letras. Que a tu herida entregue
y a tu abismo, mi tristeza, mi noche,
todavía es posible.

Oh noche mía, acaso... acaso te amaría.


A James Forestal, que se arrojó al
vacío antes de terminar de escribirla palabra “ruiseñor”,
es decir,”NIGHTingale”



Nightingale, Ana Rossetti





No hay oscuridad tan viva, tan intensa, tan envolvente como la que vive en mí, la que guardo, enterrada, escondida, bajo mi piel. No hay noche más fría, más gélida, más hiriente, más insomne que la que se extiende ante mis ojos cuando los cierro. No hay tacto más cruel, más doliente, más implacable que el de la ausencia de tus manos en mi espalda, que el de la falta de tus labios en mi boca. No hay imagen más triste, más mordiente, más desolada, más angustiosa que la de mi cuerpo abandonado entre las sábanas, que la de mis sueños detenidos en la lenta infinidad del reloj, que la de mis deseos incumplidos resguardándose bajo la liviana protección de la esperanza...


Buenas noches...





Banda sonora cálida para estas noches heladoras: