sábado, 4 de agosto de 2007


Pero tú existes ahí. A mi lado.

¡Tan cerca!
Muerdes una manzana. Y la manzana existe.

Te enfadas. Te ríes. Estás existiendo.
Y abres tanto los ojos que matas en mí el miedo,
y me das la manzana mordida que muerdo.
¡Tan real es lo que vivo, tan falso lo que pienso
que -¡basta!- te beso!
¡Y al diablo los versos,
y Don Uno, San Equis, y el Ene más Cero!

Estoy vivo todavía gracias a tu amor, mi amor,

y aunque sea un disparate todo existe porque existes,
y si irradias, no hay vacío, ni hay razón para el suicidio,
ni lógica consecuencia. Porque vivo en ti, me vivo,
y otra vez, gracias a ti, vuelvo a sentirme niño.

Gabriel Celaya, Dedicatoria final



Cómplice de este deseo, aliado de este cuerpo, el espejo frente a mí acoge la piel ofrecida a su mirada, a los ojos expectantes que la adivinan y la recorren y la retienen; a las manos abiertas que sólo saben fabricar caricias, provocar gemidos; a los labios sedientos que esperan, al otro lado, allá a lo lejos, beber sin prisa, gota a gota,el licor embriagante que es sólo suyo.

Buenas noches...






1 comentario:

Sofía dijo...

Un huequito, por favor.