miércoles, 15 de agosto de 2007




Con la sed más anciana,
arrodillado,
para encontrarle el cauce al agua tuya,
me he bañado de ti,
linfa radiante;
me he prosternado en ti,
nunca más joven.

En la gruta que parte en dos tu cuerpo,
me he marchado por fin de mis orillas,
me he sumido en tus labios,
con mis labios.
Mi saliva te hablaba sin idiomas.
Con la humedad sagrada
he dibujado,
en la pared de sedas de tu sima.

En resina salobre del deseo,

he dispuesto una rosa,
y la he mordido.
Eché a volar un ave,
y la he matado.
Un hombre había en pie,
y ahora no hay nada.

Carlos Marzal, Lugar rupestre

Ofrecida, entregada, entreabierta, accesible... fruta jugosa, líquida invitación, deseado placer que nunca defrauda a los sentidos, misterio mil veces descifrado y mil veces sorprendente, camino de estremecimientos y gemidos, inevitable tentación en forma de regalo imposible de rechazar, ciudad marina, fecunda, fértil ribera que siempre se inunda y siempre vuelve a su cauce...

Buenas noches.

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