viernes, 6 de julio de 2007


Quisiera ser convexo
para tu mano cóncava.


Y como un tronco hueco
para acogerte en mi regazo
y darte sombra y sueño.


Suave y horizontal e interminable
para la huella alterna y presurosa
de tu pie izquierdo
y de tu pie derecho.


Ser de todas las formas,
como agua siempre a gusto en cualquier vaso,
siempre abrazándote por dentro.


Y también como vaso
para abrazar por fuera al mismo tiempo.
Como el agua hecha vaso,
tu confín - dentro y fuera - siempre exacto.


Gerardo Diego, Quisiera ser convexo


Buscando la simetría, iluminando los abismos oscuros, completando los esbozos inacabados; reuniendo las piezas imprescindibles, el mecano infinito de dos cuerpos empeñados en fundirse; reconstruyendo, paso a paso, puntada a puntada, cuidadosa, tenazmente, con palabras curativas, con apasionada entrega, con roces precisos, delicados, pacientes, los pedazos dispersos, los desperdigados fragmentos, el ensamblaje, cóncavo y convexo, de la desgarrada tela del corazón...

Buenas noches.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este poema, y tus letras de después me trajeron a la memoria tiempos casi olvidados, y son “casi” porque a veces en un segundo brillan, como un pequeño destello, como diciendo “aún seguimos ahí”, y eran esos unos tiempos en que la forma importaba, en que era importante, tiempo de futuros. Y curiosamente (o no), hace un ratito, antes de leerte, escribía yo una respuesta al aire, sin destinatario (o sí), que no sé por qué he relacionado también, aunque no se refieran a los mismos tiempos. Aquellos fueron tiempos de estudio. Estos de abandono. Pasados, presentes y futuros, convergentes en un tiempo indefinido…

Esto es lo que escribía hace un ratito:

Voy recogiendo pedazos de aquí y allá. Trozos, retales, deshechos que he ido abandonando en el camino, como las migas de pan que se dejan en el camino para reconocerse en la vuelta, si ésta llega. Y he comprendido que no es una recolección satisfactoria, no se iluminan las manos con el roce de estos jirones arrancados en cualquier momento. No hay orgullo por las huellas dejadas, ni vanidad por los castillos edificados a la orilla de las playas en que zambullí los sueños alguna vez. Ni tristeza por las imágenes ya ajadas. Ni alegría por el reencuentro de las fotografías desgastadas. Sólo me queda una pregunta en el bolsillo: ¿para qué?. Y no hay respuestas. De la misma manera que no hay futuros, ni imperfectos, ni, por supuesto, perfectos. Seré. Habré sido. Viviré. Habré vivido. Porque el día en que ese futuro se haga presente, la pregunta seguirá en mi bolsillo, y llorará una respuesta imposible, como en aquellos primeros días. Y esta vez será cierto, pues la pregunta no es sólo posible, sino que existe.

Por eso sé que no hay hogueras, por muy fogosas que se crean, que consigan hacer arder los pedazos, porque no es posible encender un vacío. No arde la nada, ni los silencios, ni los recuerdos.

Joselita del Sur - Exilio Voluntario dijo...

Pedacitos suyos, Querelle.. trocitos y fragmentos.. miguitas de pan, que me alimentan.

Mil gracias.

Y mil besos.