sábado, 7 de julio de 2007









No se trata tan sólo de una herida
que supura deseo y que sosiega
a aquellos que la lamen reverentes,
o a los estremecidos que la tocan
sin estremecimiento religioso,
como una prospección de su costumbre,
como una cotidiana tarea conyugal;
o a los que se derrumban, consumidos,
en su concavidad incandescente,
después de haber saciado el hambre de la bestia,
que exige su ración de carne cruda.


No consiste tan sólo en ese triángulo
de pincelada negra entre los muslos,
contra un fondo de tibia blancura que se ofrece.
No es tan fácil tratar de reducirlo
al único argumento que se esconde
detrás de los trabajos amorosos
y de las efusiones de la literatura.


El cuerpo no supone un artefacto
de simple ingeniería corporal;
también es la tarea del espíritu
que se despliega sabio sobre el tiempo.
El arca que contiene, memoriosa,
la alquimia milenaria de la especie.
Así que los esclavos del deseo,
aunque no lo sospechen, cuando lamen
la herida más antigua, cuando palpan
la rosa cicatriz de brillo acuático,
o cuando se disuelven dentro de su hendidura,
vuelven a pronunciar un sortilegio,
un conjuro ancestral.

Nos dirigimos
sonámbulos con rumbo hacia la noche,
viajamos otra vez a la semilla,
para observar radiantes cómo crece
la flor de carne abierta.
La pretérita flor.
Húmeda flor atávica.
El origen del mundo.

Carlos Marzal, El origen del mundo.


Qué extraño poder, qué magia incomprensible, qué violenta atracción, irresistible, indomable, la provocada por la piel que deseamos acariciar, la despertada por el perfume que necesitamos respirar, la adivinada en el sabor de la boca que anhelamos besar...

Qué fuerza se esconde en la fragilidad del cuerpo amado, qué delicado secreto esconde cada pliegue y cada mirada, qué delicioso alimento el ofrecido, abundante, generoso, líquido o erguido, frutal o marino, tentador o inocente, en la carne abierta a nuestras manos, a nuestras lenguas, a nuestro deseo y finalmente, a nuestra total rendición...

Buenas noches.







4 comentarios:

D.K. dijo...

Buenas noches, Exilio.

Aunque no deje huellas de pisadas en tu playa, sabes que cada noche aparezco por aquí para empaparme de tus mapas.

Un beso. Sé feliz

Anónimo dijo...

Hoy he vuelto a pensar (vaya usted a saber por qué extraña razón), y leyendo y mirando, y releyendo y remirando, he decidido que por qué no podemos ser en cada momento lo que más nos apetezca. Hoy una mujer deseada, mañana un hombre deseoso, o viceversa. Y dejar que sean las pieles quienes hablen.

¡Qué tontería!, como esta “cosa” parida sin remedio y sin vergüenza alguna que te regalo en esta noche “rara”, sin definición, asexuada, o “todosexuada”. Las dosis de lo que sea siguen siendo insuficientes. Supongo.

Buenas noches, Exilio.
(intenté dejártelo anoche, pero el "sistema" no me dejaba. Acabaré siendo un antisistema, si consigo un buen peluquero).


El dibujo íntimo (mierdapoesía de lo arbitrario).

Desde el marco del cuadro
se asoman los pensamientos,
desde el marco de un cuadro
que es la vida entera.

Soy un lienzo incompleto,
una figura abstracta
que te mira sin ojos,
que te arrebata el sueño.

Hoy una mujer hermosa,
desnuda entre noches
de piel de sirocos
que vuelan despacio
desde otros pinceles
de pieles de fuego.

Y mañana otra cosa…

Sofía dijo...

Eso es orografía: valles, montañas, colinas y torrenteras precipitándose en cascada desde el acantilado hasta el abismo, sí señora.

Desde siempre me han enamorado los cuerpos de mujeres. Las curvas, las luces, las sombras. Es un enamoramiento peculiar, porque tiene más de estético que de carnalidad. Pero existe, y soy cada vez más consciente de ello, una admiración por la belleza femenina que se minimiza respecto a los varones.

Me resulta placentero ver moverse, bullir, bailar, acariciar, enfurecerse y vibrar a las mujeres. Por eso, no pocas veces, necesitaría una voz masculina para encandilarme en ellas y acariciarlas con las palabras. Porque me las provocan.

A los varones, sin embargo, los prefiero áridos, llenos de aristas y de líneas rectas, anfractuosos y sólidos. Y no sé escribirles poemas ni historias, porque todas me parecen excesivamente blandas. A ellos, directamente, me gusta tocarlos, o dejarme inundar, sin otras perlas.




Qué cosas para después de una siesta...

Joselita del Sur - Exilio Voluntario dijo...

D.K., siempre es un placer encontrarme con tu beso y tu saludo, porque me sorprenden, porque me alegran, porque te extraño...

Jaime, se lo he dicho en privado pero lo hago de nuevo y bajo los focos: nada de lo que escribe es mierda; si lo fuera, yo, como administradorix máxima et dominatrix, borraría hasta la última coma.

Me capta?

Me alegro...

Sofía, el cuerpo femnino, incluso el más imperfecto, se me presenta siempre como un mar de posiilidades por descubrir.

Y no hay poema, tanto aquel escrito por un hombre como el de una mujer, que no acabe inspirándome una imagen en concreto, donde, además de la evidente belleza que otro haya sabido plasmar con maestria, se pueda apreciar los mil recovecos, las mil historias, los mil y un secretos que laten bajo la piel..

O esa es mi intención, al menos...

Gracias, mis mosqueteros..