martes, 18 de diciembre de 2007




Tu cuerpo puede
llenar mi vida,
como puede tu risa
volar el muro opaco de la tristeza.
Una sola palabra tuya
quiebra la ciega soledad
en mil pedazos.
Si tu acercas tu boca inagotable
hasta la mía,
bebo sin cesar
la raíz de mi propia existencia.

Pero tú ignoras cuánto
la cercanía de tu cuerpo
me hace vivir
o cuánto
su distancia me aleja de mí mismo
me reduce a la sombra.
Tú estás, ligera y encendida,
como una antorcha ardiente
en la mitad del mundo.

No te alejes jamás:
Los hondos movimientos
de tu naturaleza son
mi sola ley.
Retenme.
Sé tú mi límite.
Y yo
la imagen de mí feliz,
que tú me has dado.

José Ángel Valente, Sé tú mi límite


Hazme ser brújula y guía a tu medida, déjame compartir en silencio su camino, conviérteme en amuleto imprescindible, fetiche mágico que te acompañe, invisible protección que te vigile, imperceptible presencia escondida en tu equipaje. Dibuja mis contornos, diseña mi paisaje, recorre mis fronteras, llévame como ese mapa mil veces estudiado en el que siempre encuentras una nueva ruta. Descubre mis secretos, ábreme a tu paso, marca con la tinta de tus huellas, con el rastro de tus manos, los límites que me rodean, y que se desvanecerán, niebla, humo, aire, cuando los roces.

Buenas noches.





Banda sonora que nos sirva de guía, como la Estrella del Norte señala la ruta a los marinos











1 comentario:

Anónimo dijo...

Hoy no se puede ver la Vía Láctea desde mi ciudad. El cielo está encapotado y llueve intermitentemente. Uno siente esa modesta tristeza invernal de las noches frías y las ciudades brillantes como el charol bajo las luces de las farolas.

Se agradece, así, escuchar a alguien que camina esta noche bajo la Vía Láctea.

Gracias por mostrarnos el norte, su norte. Buenas noches.