lunes, 19 de noviembre de 2007




Amor, amor, las nubes a la torre del cielo
subieron como triunfantes lavanderas,
y todo ardió en azul, todo fue estrella:
el mar, la nave, el día se desterraron juntos.

Ven a ver los cerezos del agua constelada
y la clave redonda del rápido universo,
ven a tocar el fuego del azul instantáneo,
ven antes de que sus pétalos se consuman.

No hay aquí sino luz, cantidades, racimos,
espacio abierto por las virtudes del viento
hasta entregar los últimos secretos de la espuma.

Y entre tantos azules celestes, sumergidos,
se pierden nuestros ojos adivinando apenas
los poderes del aire, las llaves submarinas.

Pablo Neruda, Soneto XXIV
(de "Cien sonetos de amor - Mañana")



He abierto fácilmente puertas que se mantuvieron cerradas durante años, he escudriñado los rincones más oscuros, he estudiado cuidadosamente los más luminosos escenarios. He recorrido rutas pisadas mil veces, he sido una más entre peregrinos sin rostro, he sido arrastrada por la multitud, me he dejado caer, agotada, vencida, incapaz de dar un paso más. Y he buscado bajo las piedras más ardientes, bajo el hielo más azul, bajo las aguas transparentes que escondían tesoros sumergidos que resultaron no tener ningún valor para mí..

Para terminar comprendiendo que aquel impulso irrefrenable, misterioso que me llevó a conocer mis propios límites y fronteras, que esa pulsión interna que me hizo emprender un viaje sin meta y sin motivos, que esa búsqueda interminable que me mantuvo lejos tanto tiempo... me llevaban, irrefrenable, irremediablemente a ti; para acabar entendiendo que tú, eras el origen y el final de todo.

Buenas noches.





Banda sonora, balanceándose entre la realidad del hoy y lo desconocido del mañana:






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