Existen madrugadas que se clavan en los ojos con un dolor antiguo y enajenado, como si la historia fuera enteramente nuestra hija y nos dolieran los jardines derrotados de la hermosa Alejandría o las naves naufragadas de Cartago lo hicieran a causa de escollos nutridos en nuestros parques. Hay madrugadas cargadas de distancias que se hacen imposibles navegarlas hasta el sueño sino que calmadas o intempestivas irritan nuestra piel y nos desvisten, dejándonos solitarios ante las horas hirientes de silencio, sin nadie en quien volcar nuestras palabras, sin nadie al que atender con nuestra sombra. Hay brumas que se adhieren a los ojos insomnes y nos ahogan tiernamente con enigmas de rumores innominados y en esa vela, el tiempo en la memoria, con fragancias lejanísimas, nos llega a borbotones y, solitarios, somos presas de sus garras asesinas y nos llaga la carne y nos mustia el ánimo sin fe y nos seca la lengua, dejándonos exhaustos y doloridos como mártires sin dioses a los que orarles tanta negritud frente a la hoguera, tanta angustia ante los Gólgotas y tan tenaz melancolía nos embriaga por todos los trenes que, huidos, se adentraron en la niebla y cargadas sus bodegas con adioses, no supimos anclarlos a nuestras bitas o no quisimos arriesgarnos a sus óxidos. Así este escalofrío en los andenes, este silencio de pluma malherida, estos duermevelas interminables que vuelcan sus fiebres en nuestras sábanas. Así este Norte en mi espalda quemando con su lengua las semillas de luces por llegarnos, así esta humedad en mi camino arañado por las lunas, así estas ganas de sentir el roce de tus dedos, de tu voz y que amanezca. Jota Azimut, Ovillos en el insomnio Hay madrugadas eternas de impaciencias, infinitas de claroscuros inquietantes, en las que el descanso es imposible, a las que el amanecer no puede iluminar; madrugadas que se extienden una vez llega la mañana, infectando de noche todo el día; madrugadas heladas que detienen los relojes con el hielo de la ausencia; madrugadas violentamente sonoras con la voz lejana que soñamos escuchar en la distancia... Buenas noches. |
sábado, 19 de mayo de 2007
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2 comentarios:
Puedo tocar la espera
que se viste de eterna en la costura
de la sombra que nos une y nos separa,
con este nudo acobardado de silencios.
Allí, donde distancias se miden por el eco
se nos rompe la noche entre las manos
aterida de valses sin violines.
Apoyada la espalda en el revés de la nostalgia,
bebo del cuenco de tus líneas que me acercan
disfrazados picos de palomas aburridas,
que no entienden de horizontes
confluyendo en la magia de alfabetos.
Tiemblo, me escondo, vierto mi voz
en toneles de vid
para añejar locuras juveniles.
Tiemblas, sigues mis huellas,
me muestras tus barajas con ingenio,
matas callado los murmullos maliciosos
ignorantes de musas que agonizan
en brazos de la infamia.
Y en una lucha despareja,
por este devenir que nos sofoca,
vamos gastando días
hambrientos de ternuras que nos queman
sin saber como bajar la luna,
que nos juzga cobardes
por maniatar la puerta encadenada de palabras.
© Silsh
(Silvia Spinazzola)
-Argentina-
Sí.
Pero mientras haya madrugadas, habrá un nuevo día.
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