Toda la noche he dormido contigo
junto al mar, en la isla.
Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,
entre el fuego y el agua.
Tal vez muy tarde
nuestros sueños se unieron
en lo alto o en el fondo,
arriba como ramas que un mismo viento mueve,
abajo como rojas raíces que se tocan.
Tal vez tu sueño
se separó del mío
y por el mar oscuro
me buscaba
como antes
cuando aún no existías,
cuando sin divisarte
navegué por tu lado,
y tus ojos buscaban
lo que ahora
—pan, vino, amor y cólera—
te doy a manos llenas
porque tú eres la copa
que esperaba los dones de mi vida.
He dormido contigo
toda la noche mientras
la oscura tierra gira
con vivos y con muertos,
y al despertar de pronto
en medio de la sombra
mi brazo rodeaba tu cintura.
Ni la noche, ni el sueño
pudieron separarnos.
y al despertar tu boca
salida de tu sueño
me dio el sabor de tierra,
de agua marina, de algas,
del fondo de tu vida,
y recibí tu beso
mojado por la aurora
como si me llegara
del mar que nos rodea
Pablo Neruda, La noche en la Isla
(de "Los versos del Capitán - El amor")
Aún no me he dormido y ya mi cuerpo se prepara, se anticipa al encuentro con la oscuridad de las sábanas, con la sombra luminosa de la noche, con la luz helada y lejana de la luna. Aún estoy despierta y ya siento la llamada, urgente, apremiante, de la voz que alertará mis sentidos, que acelerará mis latidos, que se enroscará en mi pecho. Mis ojos no están cerrados todavía, pero ya llegan los sueños, ardientes, brillantes, acuciantes, imparables, que me acercarán a quien me desea, que me traerán a quien añoro...
Buenas noches.
3 comentarios:
Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.
V
A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
mas si es en vano todo
y el alma no te olvida,
¿Qué quieres tú que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Qué quieres tu que yo haga
con este corazón?
Manuel Acuña.
DEJA...
Si los mínimos dedos de la lluvia
tiemblan sobre tu rostro y se deslizan;
si te envuelve el embozo
de la ligera capa de la brisa;
si el espejo sonríe
cada vez que le miras;
y se elevan del mar múltiples senos
hacia la clara luz de manos tibias;
deja a mis dedos dibujar tu imagen
en prolongada, trémula caricia;
deja a mis brazos circundar los hombros
en actitud tajante, posesiva;
a mi rostro flotar en los radiantes,
oscuros círculos de tus pupilas;
y entera libertad en estas manos,
que anhelantes están de hacerte mía.
Francisco Álvarez.
Duermo solo. Habitualmente.
A veces hay días gloriosos, días de cumplir con la especie y de dejar en la hembra recado genético.
Pero son los menos.
Lo habitual es que uno se sienta en la gloria. Mis días de compañía tuvieron más de cólera de que pan y vino. De amor ni hablemos.
A veces, sólo a veces, uno echa de menos es boca con sabor de algas que dice el poeta, que ya es raro. Cosas de la comida japonesa, que repite mucho.
Sólo a veces.
La libertad no es sencilla de vivir para seres sociales como somos, puros monos depilados.
Y es difícil ser libre con la presencia del otro, constante, rutinaria, el amor se deshace en la rumia del día a día.
Pasión, pasión, la pasión dura lo que dura el deseo, y el deseo, cojones con el deseo. Dura poco.
Pero sí, a veces se añoran las cinturas, los cabellos donde enredar los dedos, los hombros, las caderas, las manos. Especialmente cuando uno, de repente, se siente abrumado por la fragilidad de todo, y como un niño busca ternura.
O una copa donde verter los dones de mi vida.
Menudas metáforas se gastaba don Neruda.
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