La noche, deseosa, apenumbrada,
te quitó sin pensar las zapatillas...
y —por sentirse blanca y alumbrada—
desnudó blancamente tus rodillas.
Luego —por diversión, sin decir nada—
la noche se llevó tu blusa larga
y te arrancó la falda ensimismada
como una cosa tímida y amarga.
Después te colocaste travesura:
desnudaste tus pechos por ternura
y —hablando de un amor vago, inconexo—
Porque si y porque no, a medio reproche,
desnudaste también, entre la noche,
la noche pequeñita de tu sexo.
Jorge Debravo, Desvestido
Qué sencillo desprenderse de la ropa, exhibirse sin la defensa ni el disfraz de un abrigo, de las telas suaves o ásperas, discretas o llamativas, que nos envuelven y nos esconden, y desnudar la piel, mostrar el cuerpo sin artificios, sin trampas, abierto a la caricia, ofrecido al abrazo, implorante al beso, flexible al gozo, expuesto a la luz de una mirada que nos descubre, cada vez, como si fuera la primera.
Qué inquietante desnudar el corazón, revelar las cicatrices, iluminar los secretos, desgarrar el pesado telón que cubre, de falsa desmemoria, los recuerdos demasiado dolorosos para ser olvidados, las crueles heridas nunca curadas del todo que nos negamos a ver y nos resistimos a enseñar; qué pudor el que provoca la realidad completamente desnuda que nos viste debajo de todas nuestras tretas y que desaparece ante la mirada que nos explora, cada vez, como si fuera la última...
Buenas noches....
4 comentarios:
Tal vez queme mi sentir
en un charco empapado de gasolina.
Me cansé de sonreir.
Siempre algún cabrón me espera en cada esquina.
Hoy será otra noche más.
Tan oscura como las miradas.
Que me quieren condenar
por beberme las penas en garrafas.
He empezado a caminar
recogiendo los pedazos que se han roto.
Alguien se puede cortar.
Aún me escuecen las heridas que provoco.
Ya no hay nada más que hacer.
Sólo quedan restos de esperanzas,
telerañas de papel,
sentimientos cortados en rodajas.
Tal vez pueda seguir
dando guerra hasta que se acabe el camino.
Aguantando cada golpe del destino.
Tal vez pueda, si te quedas junto a mí.
Hoy un sueño morirá
de repente, como todo lo que acaba.
Unos ojos llorarán.
Una cara quedará desencajada.
Y una huida que arrastrar.
Con las ganas arañándote la espalda.
Cada paso hay que inventar
espejismos en medio de la nada.
Tal vez pueda seguir
dando guerra hasta que se acabe el camino.
Aguantando cada golpe del destino.
Tal vez pueda, si te quedas junto a mí.
SI TE QUEDAS JUNTO A MÍ. DESTILADOS.
Dulce despertar, Exilio. Un beso.
OSCURIDAD HERMOSA.
Anoche te he tocado y te he sentido
sin que mi mano huyera más allá de mi mano,
sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído:
de un modo casi humano
te he sentido.
Palpitante,
no sé si como sangre o como nube
errante,
por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,
oscuridad que baja, corriste, centelleante.
Corriste por mi casa de madera
sus ventanas abriste
y te sentí latir la noche entera,
hija de los abismos, silenciosa,
guerrera, tan terrible, tan hermosa
que todo cuanto existe,
para mí, sin tu llama, no existiera.
Gonzalo Rojas.
Me ha despertado una palabra entre mis labios,
una palabra que parecía pronunciarse a sí misma.
Tal vez mañana venga otra palabra,
que nadie ha pronunciado,
a entreabrirme los labios desde afuera.
Entonces perderé para siempre
la administración fugaz de mi silencio
y el control engañoso de mi voz.
Roberto Juarroz.
Buenos dias como un adios.
De verdad que admiro el esfuerzo de imaginación que tiene usted que hacer para extraer tan profundas reflexiones de semejantes poemas.
Estos son los poemas que escribe un estudiante de COU enamorado.
Mira que rimar zapatillas con rodillas y larga con amarga... y suerte hemos tenido de que el chico no sea de Logroño, imaginémonos entonces cuál podría haber sido el remate del último verso.
Todo es susceptible de empeorar.
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