jueves, 31 de mayo de 2007





Cúbreme, amor, el cielo de la boca...
Rafael Alberti

1. Aire sólo, fervor que callo y digo,
palabra que te nombra y te delata,
que te eleva en su vuelo o te maniata:
en mi boca te encierro o te prodigo.

Te dejo a la intemperie o al abrigo,
te guardo en ventisquero o en fogata.
Pródiga, codiciosa catarata,
vas en mi labio como fiel testigo

de todo lo que en él pones y eres,
de todo lo que en él tu sed convoca
y de lo que en su amor beber quisieres.

Silencia esta ebriedad que el labio aloca
y con el agua en que dichoso mueres
cúbreme, amor, el cielo de la boca.

2. Hay esta piel por tanto beso herida,
esta música en tanta luz cegada,
esta ternura a solas escanciada,
esta verdad por tu fervor vertida,

esta palabra en sombras encendida,
esta caricia ardiendo derramada,
tu mirada bebida y escuchada,
tu silencio envolviéndome la vida,

todas las cosas que forman mi cielo:
el canto, la presencia de tu beso,
la voz que tiene cada anhelo preso,

los aleros del ave ahíta en vuelo,
tu sed lo enciende todo y me lo quema
con esa arrebatada espuma extrema.


Carmen González Huguet, Ausencia (fragmento)

Seré de arcilla en las manos que sepan moldearme, y seré madera viva entre los dedos diestros que sabrán descubrime, y seré agua fresca en la boca sedienta, y pan tierno que alimente al hambriento, y vino caliente en la noche fría, y sombra acogedora en el sol inclemente, y piel suave que cure las heridas, y hogar abierto al viajero que reconocerá la ruta para encontrarme.

Buenas noches.

















1 comentario:

Blues dijo...

EL VIAJERO.

Llevo sobrecargada la retina
de imágenes dispares,
repertorio de valles y montañas,
de mesetas, y ríos, y ciudades;
de sólidos castillos, centinelas
sobre el campo; de esbeltas catedrales
donde la fe ha cedido su salmodia
al políglota andar del visitante.
Tengo un sinfín de estáticas efigies
carentes de lenguaje;
demasiados panfletos,
fotografías, mapas, cuadros de arte,
recuerdos de mi paso por el mundo,
que aún hablando, no pueden escucharme.
He acumulado en mi álbum claroscuros
del caer de la tarde,
colores vivos de naciente aurora,
pardas encinas, verdes olivares,
del sol brillando en las esferas de oro
de limoneros y de naranjales.
El tiempo se me fue reuniendo objetos,
y permití alejarse,
sin reconocimiento, cuanto bulle
bajo sombreros, boinas, y turbantes.

Hoy no son las murallas,
ni las estatuas en sus pedestales,
ni las columnas rotas,
ni los palacios del país distante
mi plan ni mi objetivo.
Hoy la sola razón de mis viajes
es la persona que sonríe y llora,
que habla y abraza, y sabe desbordarse.
Cuanto tengo de humano
busca la humanidad, la misma carne,
y lo que en ella se refugia y vibra,
la idea, el sentimiento, y el mensaje.
Ya soy un viajero de la vida;
si hay vida en ti, deténme al acercarme.

Francisco Álvarez-Hidalgo.

Buenas noches, Exilio.
Que descanse.