domingo, 15 de julio de 2007



Si no inspirara vértigo su hondura,
si no infundiese al alma aventurera
un frío sideral,
si no nos adeudara
los insólitos dracmas de los sueños,
si no hubiese negado nuestro nombre,
no habría para qué
ni para tanto.

Esta desobediencia
para con la cordura, este imprudente
amor desventurado es nuestra gloria.

Si no fuese a perder, no habría triunfo.
Cualquier pasión se impone en su arrebato,
cualquier enfermedad llega a ser íntima.

Alteza incomprensible,
tu púrpura es oscura.
No hemos llegado aquí para entenderte.

Bailo sobre las brasas, porque es triste.
Porque es tarde y ocaso, estoy de enhorabuena.
Me he dejado ir de mí, porque no hay fondo.

Porque es inútil, canto.

Porque es absurdo, creo.


Carlos Marzal, Credo quia absurdum.



Vuelo o salto o caigo, imparable, sin freno, sin resistirme... Vuelo al encuentro de mis temores más absurdos, de mis pasiones más secretas, de mis deseos más oscuros; salto hacia el infinito diminuto que se abre ante mis ojos cada mañana, absorbiendo sus misterios, enredándome en sus formas, adaptándome a su música inaudible; caigo en cada trampa, en cada truco, en cada tentación, en cada mágica sorpresa llena de imposibles, en cada pozo sin fondo y en cada obstáculo del camino, en cada pecado imperdonable, en cada llamada de tu voz...

Buenas noches.



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