Se iba quedando callada
hasta que la sombra espesa
se hizo cuerpo tuyo.
¡Ya te tengo! ¡Ya te tengo!
Aquí la sombra del cuarto,
piel fina, piel en mis dedos.
Siente, tiembla. Fina seda
que palpita humanamente
entre mis dedos de nieve.
Mis dedos de hielo rizan
tu delicada quietud,
totalidad de este cuarto,
corporal y muda, extensa
sobre la estancia dormida.
Para mis ojos azules
tu negra forma se entrega,
cuajada y pura, inocente,
oh soledad de mi cuarto.
Pero no quiero mirarte.
A oscuras, paredes justas,
cámara, entraña, me aprietas;
te siento exacta y te amo,
cerrazón de vida y muerte,
negra posesión del aire,
sombra que habito y que siento
contra mi piel semejante.
Blancas paredes fronteras,
densa presencia estrechada,
cuerpo que ciego adivino
en mis sentidos dorados.
Vicente Aleixandre, Forma
Sin rasgos, sin voz, adivinado en esencia, desconocido y oscuro. No se esconde, pero rehuye mi tacto; no me rechaza, pero se hace inalcanzable. Me llama en silencio, me incita a buscarlo; se viste de promesas, se convierte en mi sombra, mi piel, mi latido. Travieso como un diablo, violento como un crimen, ardiente como un fuego, impaciente como un niño. Sabe lo que espero, sabio, complaciente, y se me ofrece en tentaciones y deseos; y se me escapa cada noche, fulgurante, silencioso... quedándose, forma invisible, espíritu burlón, a invadir mis sueños.
Buenas noches...
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