lunes, 6 de agosto de 2007


Nombras el árbol, niña.
Y el árbol crece, lento y pleno,
anegando los aires,
verde deslumbramiento,
hasta volvernos verde la mirada.

Nombras el cielo, niña.
Y el cielo azul, la nube blanca,
la luz de la mañana,
se meten en el pecho
hasta volverlo cielo y transparencia.

Nombras el agua, niña.
Y el agua brota, no sé dónde,
baña la tierra negra,
reverdece la flor, brilla en las hojas
y en húmedos vapores nos convierte.

No dices nada, niña.
Y nace del silencio
la vida en una ola
de música amarilla;
su dorada marea
nos alza a plenitudes,
nos vuelve a ser nosotros, extraviados.

¡Niña que me levanta y resucita!
¡Ola sin fin, sin límites, eterna!

Octavio Paz, Niña


Deja que crezca, ardiente y líquida, entre tus dedos; deja que crezca, libre, inocente, despreocupada, en tu mente; deja que crezca, enredadera viva, hiedra dulcemente invasora, en tu corazón; deja que crezca como lenta riada, como torrente imparable en tu sangre, que recorra tus venas y llegue a cada poro de tu piel; deja que crezca en tu vida, fruto tan esperado como desconocido; deja que crezca, que surja, que emane, que brote como cosecha de verano..
.

Déjame crecer cerca, alrededor, dentro... de ti.

Buenas noches

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