Cuando tus manos salen,
amor, hacia las mías,
qué me traen volando?
Por qué se detuvieron
en mi boca, de pronto,
por qué las reconozco
como si entonces, antes,
las hubiera tocado,
como si antes de ser
hubieran recorrido
mi frente, mi cintura?
Su suavidad venía
volando sobre el tiempo,
sobre el mar, sobre el humo,
sobre la primavera,
y cuando tú pusiste
tus manos en mi pecho,
reconocí esas alas
de paloma dorada,
reconocí esa greda
y ese color de trigo.
Los años de mi vida
yo caminé buscándolas.
Subí las escaleras,
crucé los arrecifes,
me llevaron los trenes,
las aguas me trajeron,
y en la piel de las uvas
me pareció tocarte.
La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta,
hasta que se cerraron
tus manos en mi pecho
y allí como dos alas
terminaron su viaje.
Pablo Neruda, Tus manos
(de "Los versos del Capitán - Amor")
No hay regalo más perfecto que unas manos abiertas, acogedoras, confiadas, entregadas, ofrecidas sin secretos. No existe mejor remedio a la duda que el roce de una caricia certera. No se puede hallar un alivio más inmediato al dolor, una luz más precisa en la oscuridad, un salvavidas más imprescindible en el naufragio que la mano sanadora, sabia, luminosa, salvadora que, tan inesperada como necesaria, nos rescata, nos consuela, nos revive y nos alienta.
Tiendan sus manos. Es casi imposible que no encuentren quien las busque.
Buenas noches.
Banda sonora, preparando la llegada del otoño:
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