Siento tu cuerpo entero junto al mío;
tu carne
es
como un ascua,
fresca e imprescindible
que está fluyendo hacia
mi cuerpo, por un puente
de miel lenta y silábica.
Hay un solo momento en que se junta
el cuerpo con el alma,
y se sienten recíprocos,
y viven
su trasfiguración,
y se adelantan
el uno al otro en una misma entrega,
desde su mismo origen deseada.
Siento tus labios en mis labios, siento
tu piel desnuda y ávida,
y siento,
¡al fin!
esa frescura súbita como una llamarada
de eternidad, en que la carne deja
de serlo y se desata,
se dispersa en el vuelo,
y va cayendo
en la tierra sonámbula
de tu cuerpo que cede interminable-
mente cediendo,
hasta
que el vuelo acaba y ya la carne queda
quieta, milagreada,
y me devuelve al cuerpo,
y todo ha sido
un pasmo, un rebrillar y luego nada
Luis Rosales, La transfiguración
Cautiva la piel y entregada la mente, indefenso el corazón y abierto el cuerpo, invadido el lecho por la pasión y las caricias, inminente la rendición, inevitable el goce, imparable el deseo... Transformarse en jadeo, convertirse en fuego, transfigurarse en beso inacabable. Metamorfosis deliciosa de los sentidos en susurros, simbiosis delicada de los sentimientos y el placer, unión irrompible de miradas, manos y vientres... Y finalmente, la deslumbrante, desgarradora certeza de que este amor, este amar, es infinito, irremediable, imposible de apagar...
Buenas noches.. amen, sean amados, hágan el amor, hagan un amado de su amante, o, al menos, háganse con un amante eventual al que amar como si fuera para siempre...
1 comentario:
NO VERTE.
Un día y otro día y otro día.
No verte.
Poderte ver, saber que andas tan lejos,
que es improbable el milagro de la suerte.
No verte.
Y el corazón y el cálculo y la brújula,
fracasando los tres. No hay quien te acierte.
No verte.
Miércoles, jueves, viernes, no encontrarte,
no respirar, no ser, no merecerte.
No verte.
Desesperadamente amar, amarte
y volver a nacer para quererte.
No verte.
Sí, nacer cada día. Todo es nuevo.
Nueva eres tú, mi vida, tú, mi muerte.
No verte.
Andar a tientas (y era mediodía)
con temor infinito de romperte.
No verte.
Oír tu voz, oler tu aroma, sueños,
ay, espejismos que el desierto invierte.
No verte.
Pensar que tú me huyes, me deseas,
querrías encontrarte en mí, perderte.
No verte.
Dos barcos en la mar, ciegas las velas.
¿Se besarán mañana sus estelas?
Gerardo Diego.
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