Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).
Cada uno de los detalles que me definen; todos los gestos de mis manos y todas las entonaciones de mi voz; aquellas virtudes, casi transparentes a fuerza de ser obviadas, que pudieran adornarme y aquellos defectos, esos excesos , explotados sin freno y sin remordimiento; las miradas de reojo, las sonrisas maliciosas, las promesas imprudentes, los secretos revelados, las verdades improbables, las mentiras espontáneas... todo lo que me hace ser quien soy, y, a veces, no ser yo misma. Todo lo que es nada si tú no lo miras, si tú no lo escuchas, si tú no lo acaricias..
Buenas noches...
(Sofía... te quiero.)
2 comentarios:
Creo que a mí también debiera bastarme. No sé por qué ese afán de que nos quieran más, de que nos aprecien más, de tener más gente alrededor... teniendo como tengo, como las dos tenemos, quien bien nos quiere y sabe -como tú sabes- demostrarlo con palabras y sin ellas, a cada paso. Más vale poco y bueno, que mucho y de pacotilla. Lo voy a grabar en piedra y dejarlo sobre la mesilla de noche, a ver si aprendo de una vez, que voy tardando.
Permíteme que, a vueltas de tus caricias, acerque aquí un Sabina. El descastado, hoy viejo, tiene palabras que, con las modificaciones (im)pertinentes, valen para decir lo que a mí no me sale tan preci(o)so.
Naturalmente que somos dos lujos
de la necesidad, no del ingenio
ni del orujo, los amores brujos
bailan rumba en la tumba del milenio.
Lo urgente es frecuentar, con los amigos,
la clase de la frase nunca dicha,
contigo y con Vicente, por testigos,
no es tan de ayer el pan de la desdicha.
Menos da un diapasón anestesiado;
se lo digo, Carmela, a tu mirada,
que calla porque ha visto demasiado.
Lo que perdimos era casi nada,
item más, que nos quiten lo bailado,
en Tirso nunca falta una ensaimada.
Joaquín Sabina - Ensaimadas (Para Carmela y Vicente; en "Ciento Volando de Catorce").
Besos de Sur. Je t'aime, aussi.
baaaafff... fue como retroceder en el tiempo cuando me lo dedicaron...
excelente poema!
te seguire! :)
cuidate..
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