Nazco cuando tu vista me recorre.
Nada soy
hasta que tu mirada me construye,
hasta que tus ojos me modelan
sin saber si soy amigo o enemigo.
Porque aquí en el papel agazapado,
sólo espero el fulgor de una mirada
para clavar mis letras en tus ojos,
para hundirme hasta el fondo en tus entrañas
quebrantando la paz de tus sentidos.
Acaso esperabas un suave remanso de prados floridos,
una nube blanca con ángeles mansos,
una cristalina música de piano?
Quiero saltar, poseerte y habitarte
como habita la flecha el corazón herido.
Es decir, quiero ser tú, compartirte.
Garra soy, ala afilada,
el fuego en que has de arder,
el agua en que ahogarte,
el abismo sin fondo en el que hundirte.
Subiré por tu sangre envenenándote.
Recorreré tu carne desgarrándola
como felino hambriento y excitado.
También ansío acariciarte, ¡mas cuidado!,
que es toda garra siempre peligrosa
aun cuando sea amor lo que la mueve.
Esto soy: El poema. A ti me entrego.
En ti me reconozco y me diluyo.
A ti te pertenezco. Por ti existo.
Único, irrepetible, tus ojos me crearon
para ser tu verdugo o el agua de tus mares.
Sergio Borao Llop, Nazco cuando tu vista me recorre.
Sólo ante los ojos que nos miran por dentro, nos hacemos reales. Ojos que se acercan sin miedo a la sorpresa del descubrimiento; ojos atentos al gesto inconsciente que esperan y reconocen; ojos escrutadores que exploran las rutas ocultas, las heridas escondidas, los deseos enterrados bajo esa mirada esquiva, que les rehuye y a la que seducen y deslumbran; ojos llenos de promesas, cargados de tesoros, empapados en las lágrimas que sólo manan cuando se llega a casa después de un largo viaje... y encuentran su reflejo en otros ojos.
Buenas noches.
1 comentario:
CUANDO DE MI TE VAYAS
Al llegar el momento,
ha de llorar la luna con lágrimas de estrellas
haciendo más oscuro en la noche el firmamento,
pero serán las mías más tristes y más bellas.
Cuando llegue el momento se aferrará mi mano
a la tuya, intentando retenerte a mi vera,
y maldiciendo al tiempo, inflexible tirano,
que no detuvo el paso en su carrera.
Una serpiente amarga se enroscará en tu pecho,
atenazando el alma con negra incertidumbre.
Qué frío habrá en mi lecho,
qué sola irás entre la muchedumbre.
Mas quedará el recuerdo de los días brillantes,
de las noches rojizas
en que fuimos amantes,
y el fuego estará vivo en las cenizas.
Y habrá un faro en la costa destellando
chorros de luces sobre el mar inquieto,
penetrando en las sombras, y aventando
la duda oculta y el temor secreto.
Mira en la oscuridad
del sentimiento triste
el resplandor, no la fugacidad,
de la entrega que di y que me ofreciste.
Y cesará la luna
de sollozar nostálgicos olvidos,
porque no habrá ninguna,
ninguna otra mujer en mis gemidos.
Francisco Álvarez.
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