A Paula Romero
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
Me he hecho mayor mientras jugaba despreocupada e inconsciente, como una niña. Se me ha ido desvaneciendo la inocencia confiada, la ceguera sin miedo, el fulgor de la piel nueva, el rubor del deseo novel. Me he hecho mayor mientras seguía disfrazada de duende travieso, de gnomo veloz, de hada complaciente. Me he hecho mayor esperando entre un parque solitario y un jardín abandonado, convertidos en reino de la fantasía ante mis ojos llenos de sueños. Me he hecho mayor alimentando un fuego que no ilumina, que no regala tibieza, que no consuela ante la oscuridad ni protege de las sombras. Me he hecho mayor con la única, desoladora compañía de un fantasma, abrazando la firme, inconfundible, deslumbrante figura de la nada.
Me he hecho mayor diseñando mapas, dibujando planos para otros, en lugar de recorrer yo el camino... y creo que, a partir de ahora, debo recorrerlo, sin guía, sin pistas, hasta donde me lleve.
Buenas noches.
Banda sonora para quienes han aprendido, o están aprendiendo, a cambiar de planes...
Muchas gracias a todos. Por todo.